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¿El problema es no ganar elecciones? La izquierda, lo electoral y el Frente Amplio

Publicado: 2013-04-14

Los militantes y las organizaciones de izquierda debemos ser conscientes de que, como fuerza política, adolecemos de problemas de fondo que están más allá de la coyuntura de la revocatoria o del abandono, por parte de Ollanta Humala, del plan de la Gran Transformación.

He tenido oportunidad de desarrollar algunos aspectos en una publicación anterior. El problema tiene varias aristas, pero algunas de ellas son evidentes: que nos hemos alejado de las mayorías del país y de sus luchas cotidianas, que no tenemos una identidad clara que nos permita mirar al largo plazo y que somos muy débiles en lo organizativo (aparatos pequeños con poca capacidad de movilización, dispersos, cuadros con poca formación técnica, pobre generación de propuesta, etc.).

Es en el marco de ese diagnóstico que conviene evaluar la propuesta de Frente Amplio que ha puesto sobre la mesa Tierra y Libertad (TL) en las últimas semanas y que nos permite discutir algunos temas que trascienden esa idea específica.

En tanto el Frente Amplio se anuncia como parte de la solución al viejo tema de la unidad (estamos dispersos y debemos unirnos, en pocas palabras), cabe preguntarse: ¿unidad entre quiénes y para qué?

Dos planos diferentes: lo social y lo electoral

Respecto a los actores de esa unidad, es necesario distinguir entre dos planos de la lucha política: el social y el electoral.

Si -como es la propuesta de TL- pensamos la unidad como la conformación de un frente que agrupe indistintamente organizaciones sociales (como sindicatos, juntas vecinales, movimientos sociales, etc.) y organizaciones electorales (partidos o movimientos políticos), debemos ser conscientes de que estamos mezclando dos lógicas distintas.

La organización social -y su expresión en movimiento- construye poder, le da fuerza a la población y su acción trasciende periodos gubernamentales. Presiona, propone, fiscaliza y, dependiendo de su orientación, construye las bases (prácticas, formas de acción, estructuras de autoridad) para edificar una sociedad distinta. La viabilidad de todo proyecto revolucionario -si a la izquierda le interesa aquello todavía, por cierto- radica en la organización social.

Por su lado, la organización política electoral disputa cargos, lleva a cabo propuestas de gobierno y procura llegar y mantenerse en la dirección del aparato público. Su espacio es el Estado, en particular sus instancias de representación. Su acción está regulada por las reglas de juego del régimen político (asumámoslo democrático-liberal) y, por lo tanto, por la competencia electoral, a la que se entra siempre buscando ganar.

Desde la primera lógica (la social) la organización electoral es un instrumento político para lograr reivindicaciones y magnificar acciones; una vía para disputar poder en el Estado (espacio al que, por cierto, no se restringe el poder).

Desde la segunda lógica (la electoral) la organización social aparece como un instrumento para tener apoyo electoral y una base social para gobernar. Es cierto que en la teoría la competencia electoral es una competencia entre representaciones de intereses sociales; sin embargo, se puede ganar elecciones y gobernar sin tener un vínculo orgánico con la población. Eso lo sabemos bien en el Perú.

Articular lo social y lo electoral implica una opción

Por supuesto, es posible una articulación entre ambas dimensiones de la lucha política, pero aquello implica, por maximalista que parezca, optar.

Desde la izquierda, cabe preguntarnos: ¿el fin de la lucha política es construir desde la población organizada una sociedad con otras relaciones de poder, lo que implica tener a la dirección del Estado -mientras se muestre relevante en esa transformación- como un medio, una posibilidad estratégica, y no como el fin último?, ¿o el fin es la dirección política del Estado y su mantenimiento en él, con lo que el centro de la lucha política es la obtención de votos y el aseguramiento de la gobernabilidad, siendo así que la población y su organización aparecen, en sentido estricto, como un medio?

Eso nos lleva al para qué de la unidad.

Hoy Steven Levitsky señaló que la izquierda necesita ganar elecciones y contar con una organización fuerte. En esa propuesta se entiende que el autor supedita lo segundo a lo primero.

¿Pero el problema de la izquierda es no tener espacio en las esferas de gobierno? En otras palabras: ¿la izquierda habrá salido de su crisis cuando gane elecciones?

¿El problema central de la izquierda es electoral?

La izquierda necesita construir un proyecto desde los sectores oprimidos. Hoy no tiene proyecto y su presencia es muy débil en esos sectores. Mientras esto sucede, es cierto, no puede alejarse completamente de lo electoral, pero debemos ser conscientes de que la izquierda no representará los intereses populares si solo busca ganar elecciones. Debemos saber bien cuáles son los objetivos de las luchas que libramos.

Si queremos transformar las relaciones de poder que sostienen el orden social actual, y si queremos hacerlo para acabar con las condiciones sociales que impiden una vida digna para todos, como la explotación del trabajo, la discriminación étnica, la dominación de género, etc., entonces la definición de nuestro proyecto debe surgir de la lucha cotidiana de los sectores sociales que padecen aquellas dominaciones y debe tener como compromiso central esas reivindicaciones y su realización plena en un orden social radicalmente distinto.

Por ello, me parece positivo que se discuta la cuestión de la unidad y que se tenga una propuesta concreta al respecto. Y en esa discusión es necesario definir bien qué buscamos. Aquel debate, por supuesto, trasciende lo que en concreto señale TL.

Si esa unidad tiene como objetivo solo participar en elecciones próximas (noviembre de este año y el 2014, en Lima, o 2016, en el plano nacional), si se parte de un diagnóstico en el que el problema de la izquierda es no conseguir votos, y si, por lo tanto, la convocatoria a las organizaciones sociales se hace supeditándolas a la lógica electoral, entonces puede que aquella unidad no sea un avance real, en caso se concrete.

No sería un avance real porque seguiríamos creyendo que contar con un proyecto de transformación radical enunciado desde los sectores oprimidos es un objetivo secundario para la izquierda pues su prioridad es tener un espacio el Estado (en este Estado, además). Así, los incentivos estarían dados para seguir la tendencia a la “domesticación” de  nuestra izquierda, so pretexto de pragmatismo (¿no sucedió eso, acaso, con FS y la Confluencia?).

La propuesta de Frente Amplio de TL es relevante. En los próximos meses se irá desplegando la discusión y la competencia entre fuerzas políticas dentro del espectro progresista tendrá lugar. A fin de cuentas, la propuesta es construir un Frente en el que TL aportaría con su inscripción y aquello es un recurso fuerte de negociación para ese partido. Sin embargo, más allá de la natural negociación entre organizaciones políticas, hay temas de fondo a los que debemos atender como izquierda si queremos salir de nuestro extravío y de nuestra enorme debilidad actual. Nuevamente, eso nos exige pensar más allá de lo coyuntural.

Imagen tomada de: http://ramonaporretas.blogspot.com


Escrito por

omarcavero

Licenciado en Sociología y Magíster en Economía. Docente en la PUCP. Militante del Movimiento Socialista Emancipación.


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Lo estamos pasando muy bien.

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