Ni luchas por la libertad, ni asonada fascista.
Apuntes breves sobre la situación que atraviesa Venezuela.
Soy de izquierda y no puedo guardar silencio frente a lo que sucede en Venezuela, sobre todo por lo que simboliza Venezuela hoy para la izquierda latinoamericana. Acá comparto algunos comentarios.
Para comenzar, todo lo que digamos en Perú parte de una ignorancia obligada, no sólo porque estamos en otro país, sino porque lo que nos llega no es información a secas, sino sobre todo propaganda política: información seleccionada o distorsionada para apoyar determinada posición. No es mi intención, pues, pretenderme analista internacional ni mucho menos dar información propiamente nueva.
En el Perú los grandes medios de comunicación –sí, recordemos la concentración de medios- tienen como consigna mostrar que Venezuela se está cayendo a pedazos y que se vive una dictadura feroz. Para ello no tienen el más mínimo rubor en mentir, con fotos y videos que corresponden a sucesos de violencia ocurridos en otros países y en otros años. En las redes sociales han circulado suficientes pruebas al respecto. Aprendieron con Alan García que el monstruo chavista era un fantasma útil para justificar su liberalismo hipócrita, su cínico autobombo Marca Perú y su modelo económico entreguista. Velasco ya sonaba lejano, la revolución bolivariana está acá al norte nomás.
Del otro lado, del “progresista”, lo que llega es información seleccionada con la consigna lanzada por el presidente Nicolás Maduro para construirse un chivo expiatorio: todo es culpa de grupos fascistas orquestados por el imperialismo yanqui, interesados en acabar con la democracia venezolana. Desde esa mirada el gobierno no es represivo e incluso trata con guantes de seda a los manifestantes.
De lo que he podido seleccionar de entre esa maleza informativa, encuentro lo siguiente. Las contradicciones que se habían gestado con Chávez –tanto políticas como económicas-, que hicieron crecer la figura de Henrique Capriles (principal líder de oposición) y que tienen a Venezuela con una altísima inflación al no contar con un genuino modelo alternativo en lo económico –no quieren al capital privado, pero siguen dependiendo de él, por ejemplo, mientras mantienen un gasto público elevado-, están estallando con Maduro.
Nicolás Maduro tiene todos los defectos de Chávez y ninguna de sus virtudes. Desde que asumió el poder no ha dejado de actuar de forma errática y prepotente. Y ante un gobierno así cualquier oposición se vuelve fuerte, pues tiene material de sobra (además, en este caso, de sus poderosos aliados internacionales, y es que el imperialismo es real, no es un invento... pero no agota todas las explicaciones).
Así, una marcha estudiantil es aprovechada por el sector radical de la oposición – ese de Leopoldo López, que fue una de las cabezas del golpe del 2002 y nada de amante de la libertad tiene, al punto que el mismo Capriles deslinda de él. Ese sector tiene intenciones explícitas de generar un caos que arrincone y derrumbe al gobierno, y tiene gente buscando el enfrentamiento en las calles, algunos incluso utilizando armas de fuego. En respuesta, el gobierno responde con violencia –como es de esperar de un gobierno que parece no tener rumbo, sino solo sobrevivir. En el medio: población civil que no importa si es chavista o anti-chavista para afirmar categóricamente que está pagando las consecuencias de forma inadmisible, mediante abusos evidentes.
¿Es el ocaso del chavismo? No lo sé. Pero lo que sí sé es que están en juego los enormes avances en materia de justicia, organización social y soberanía económica y política que ha ganado el pueblo de Venezuela desde que Chávez asumió el poder. Lo que le corresponde a una izquierda consecuente no es pintarse las manos de blanco en los momentos en que entra en crisis un proceso vital para la izquierda latinoamericana. No estamos viendo una película como para suspirar o renegar con el final y apagar luego el televisor. La política no funciona así. Corresponde diferenciar la paja del trigo: los errores de la dirección del proceso no deben llevar a abortarlo y abandonar las conquistas populares, que son lo verdaderamente importante.
Es necesario que haya cambios en Venezuela y que nuestra izquierda aprenda de los riesgos de la improvisación y el caudillismo, de la necesidad de tener norte político de largo plazo y construir desde abajo, etc., pero los cambios y aprendizajes no serán los que buscan imponer hoy los grupos de poder que quieren que Sudamérica sea un gran pampón de recursos a extraer y gente que explotar, y que felicitan tanto al Perú por ser un alumno ejemplar.